Como me duele España (desde la Razón)

EspañaVenía hoy escuchando en la radio a Pedro J. Ramírez hablando de su último libro. «La desventura de la libertad» se titula. Y escuchándolo hablar me ha hecho pensar mucho sobre un par de hechos que me han pasado estos días.

El libro de Pedro J. trata del Trienio Liberal en España. Ese breve periodo histórico en que España intentó transformarse en un pais intelectualmente moderno. Fue un intento de restauración de la Constitución de Cádiz y un sometimiento del absolutismo real al poder legislativo.

Intelectuales, prensa, masones, etc. intentaron, a pesar de las constantes disensiones y los permanentes palos en las ruedas que puso el Rey y los tradicionalistas (germen del posterior carlismo), crear en España algo diferente. Algo que en el resto del mundo había germinado y que, a pesar de momentos de receso como ocurriera en Francia, era un movimiento imparable y un tren de alta velocidad hacia la modernidad.

El Rey. un traidor como la copa de un pino (así lo llama también en el libro Pedro J Ramírez), llamó en su auxilio a la Santa Alianza y ésta mandó 95.000 soldados franceses (los Cien Mil Hijos de San Luis), a acabar con ese periodo de nuestra historia.

El resto es bien sabido. Ya desde antes, pero sobre todo a partir de ese momento histórico España es lo que es. Absolutismo, tradicionalismo, anti-cientifismo, anti-racionalismo y profunda influencia de la religión en la vida civil. MIentras en Estados Unidos los fundadores de la patria como Thomas Jefferson o John Adams abogaban por una profunda separación entre Iglesia y Estado, en España nos introducíamos nuevamente en una época oscura y de profunda religiosidad antirracionalista. De hecho, la mayoría de intelectuales españoles tuvieron que salir hacia Inglaterra para no sufrir en España la cárcel o el patíbulo.

Mucho nos queda de aquel momento histórico. Hoy día, en España, parece ser que es lícito reirse del ciudadano, decir que si no eres taurino, no eres un español de pura cepa, sale gratis. También puede salirte gratis comparar el matrimonio gay con la unión entre un perro y un hombre. Al fin y al cabo debe ser palabra de ese dios que nunca han oido. Pero sin embargo comparar la resurrección de Jesús con el primer episodio de «The Walking Dead» es un insulto al sentimiento religioso.

¿El sentimiento religioso? ¿Y eso que es? Yo tengo un sentimiento civil y científico. Cada vez que leo a un religioso hablar de que eso de la evolución es sólo una teoría me debería sentir ofendido. Cada vez que utilizan el ejército que se paga con mis impuestos para una ceremonia de una religión, me debería sentir ofendido. Cada vez que se cuestionan mis ideas políticas me debería sentir ofendido. Pero no lo hago. No me ofendo. Bueno, me pongo totalmente irónico, pero por ponerme en plano de igualdad. Pero no me siento personalmente OFENDIDO.

Yo sé perfectamente que puedo razonar y defender razonadamente todo lo que me digan. Soy consciente de que tengo argumentos para defender mis posiciones. Además, como me he leido casi toda la biblia (excepto la mayoría de los libros personales y proféticos del AT que son un auténtico tostón, como Samuel, y similares), encuentro muchos argumentos con los que poder debatir. Por supuesto, craso error por mi parte, en el que caigo día tras día. No hay pie para el debate. Lo cual no deja de ser un error mío, sabiéndolo.

Siempre que abro el debate religioso, sin excepción, me encuentro con una respuesta que no es un argumento. Una falacia ad hominem. «Tú hablas mucho de la religión pero te casaste por la Iglesia, o seguro que has bautizado a tus hijos, ergo eres un hipócrita». Y yo, claro, no puedo sentirme ofendido. Ni siquiera puedo escudarme en los sentimientos de mi familia. No puedo decir que Jesús es como un zombie (Jesús, del que todo lo que sabemos está escrito en 4 libros contradictorios entre sí), porque entonces te sientes insultado y tú, en cambio, te sientes libre de decirme a mi que soy un hipócrita.

Todo esto es fruto de una España de pensamiento único. Tanto es así que en cuanto esos del pensamiento único alcanzan el poder, vuelven una y otra vez a imponer su retrógrada y anticuada moral personal a todo el mundo. Pero ojo. No lo critiques. No critiques que su religión, contradictoria, simplista y reduccionista está invadiendo mi terreno. No, porque entonces estás ofendiendo su «sentimiento religioso».

Este país duele. Hemos perdido muchos trenes. Demasiados. Por lo menos la mitad de España. A veces hasta veo normal que haya un sentimiento de parte de la población de querer coger alguno de los trenes de la modernidad. No comparto ese sentimiento en absoluto, pero lo llego a entender.

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